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HISTORIA, ARTE Y CULTURA
Sociedades gastronómicas: el alma
compartida de la mesa
Pamplona, como toda Navarra, ha hecho de la
mesa un espacio de encuentro. Las sociedades
gastronómicas, tan arraigadas en el norte, son
herederas de esa misma vocación de comunidad
que inspiró el Privilegio. Nacieron como clubes de
amigos que se reunían para cocinar, charlar y man-
tener viva la tradición culinaria, pero también para
reforzar los lazos vecinales. Ini-
cialmente sociedades formadas
por hombres hoy las mujeres
son ya miembros de pleno de-
recho. En sus cocinas de leña
y sus comedores sencillos se
celebra la fraternidad, la con-
versación y el gusto por las co-
sas bien hechas. En Pamplona
existen decenas de estas socie-
dades, algunas con más de un siglo de historia. En
ellas se guisan los platos que definen la cocina
navarra: la chistorra, el ajoarriero, los pimientos
del piquillo, las pochas o la menestra. La gastro-
nomía aquí no se entiende como una cuestión
de lujo, sino como un acto de identidad. No es
casual que durante las fiestas del Privilegio mu-
chas de estas sociedades abran sus puertas o
preparen comidas populares, reforzando el vín-
culo entre la celebración y el gusto compartido
por la buena mesa.
Estas sociedades son también lugares de transmi-
sión cultural: padres e hijos cocinan juntos, los ma-
yores enseñan recetas antiguas, y las sobremesas
La fuerza del pelotari y el
fuego de la cocina popu-
lar son el reflejo más no-
ble del espíritu navarro:
firme, generoso y eterno
se alargan entre vino tinto y cantos tradicionales.
La unión de Pamplona se celebra también en sus
cazuelas.
Los pelotaris: fuerza, nobleza y
orgullo navarro
Pocas figuras encarnan mejor la identidad de Nava-
rra que la del pelotari. La pelota vasca, practicada
desde tiempos remotos en los frontones de los pue-
blos, es más que un deporte: es un
símbolo de carácter, disciplina y ele-
gancia. En Pamplona, donde cada
barrio cuenta con su propio frontón,
los pelotaris son héroes cercanos,
admirados por su destreza y su hu-
mildad.
Durante las fiestas del Privilegio, no
faltan los campeonatos de pelota
en honor a la tradición. Los golpes
secos de la pelota contra el frontis resuenan por
encima del bullicio de la ciudad, recordando que
este juego forma parte esencial del alma navarra.
Grandes nombres del deporte, como Retegi, Urru-
tikoetxea o Eugi, han convertido esta disciplina en
un arte que combina precisión, fuerza y respeto por
el adversario.
El pelotari representa, en cierto modo, la misma filo-
sofía que el Privilegio de la Unión: la armonía entre
la fuerza y la templanza, entre la competencia y el
respeto. Y, al igual que los artesanos o los cocine-
ros, forma parte de una cadena de saberes transmi-
tidos de generación en generación. Si las paredes
de Labrit hablaran, cuántas historias nos relatarían.
Pabellón Labrit
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