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PAMPLONA: EL PRIVILEGIO DE LA UNION
Detalle del traje tradicional de los participantes en el desfile
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Una ciudad que no olvida su origen
Pamplona ha cambiado mucho desde aquel 1423 en
que tres burgos enemigos decidieron unirse bajo un
mismo pendón. Hoy es una capital moderna, univer-
sitaria, abierta al mundo, pero conserva en su trazado
medieval —esas calles que aún llevan los nombres de
los antiguos barrios— la memoria de su nacimiento.
Caminar por la Navarrería, cruzar San Nicolás o aso-
marse a las torres de San Cernin es recorrer una lec-
ción viva de historia.
El Privilegio de la Unión no se limita a los archivos o
las ceremonias oficiales; es una forma de estar en el
mundo. Es el reflejo de una ciudad que aprendió que
la convivencia se construye cada día, en los merca-
dos, en los talleres, en los frontones y en las cocinas
compartidas. Una lección que Pamplona, con su ca-
rácter firme y su hospitalidad silenciosa, sigue ense-
ñando al viajero que se detiene a escuchar.
Y quizá por eso, cuando en septiembre el repique de
campanas anuncia la fiesta de la Unión y los artesa-
nos despliegan sus puestos, uno siente que la ciudad
vuelve a sus orígenes. Las manos que tallan, amasan
o golpean la pelota repiten, sin saberlo, el mismo ges-
to que hace seiscientos años: unir, crear, compartir.
¿Verdad que es posible hablar de Pamplona sin
hablar de San Fermín y sus encierros?
Privilegio de la unión desfile

