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Los limones de Amalfi, en distintas elabora-
ciones, marcan la personalidad de varios pla-
tos. No es un gesto decorativo: es un lenguaje
propio. Desde el aroma que perfuma masas y
salsas hasta texturas en frío que acentúan la
frescura, el limón es una declaración de inten-
ciones. Esa línea se complementa con recetas
casi secretas de la cocina napolitana y romana
que los chefs han recuperado, reinterpretado y
llevado a un terreno más contemporáneo. En-
tre los imprescindibles figuran el Facc o ricottar
—una propuesta ligada a la repostería tradicio-
nal—, el conejo a la ischitana, la bella mbriana
o un sorprendente babà pie que combina he-
rencia y atrevimiento.
Para acompañar la carta, la bodega del restau-
rante apuesta por una selección de vinos ita-
lianos que supera el ochenta por ciento de las
referencias. Tintos del sur, blancos minerales
del norte, lambruscos bien afinados y espumo-
sos delicados forman parte de un recorrido que
amplía la experiencia culinaria. La coctelería,
por su parte, mantiene ese espíritu mediterrá-
neo con combinaciones pensadas para abrir la
cena, acompañarla o prolongarla, siempre con
guiños a ingredientes frescos y acentos cítricos.
El espacio contribuye decisivamente a la narra-
tiva del restaurante. Concebido como un refugio
mediterráneo en pleno Madrid, Dolce Positano
combina la calidez de la madera con la frescu-
ra de elementos artesanales, frescos decorati-
vos y una barra que recuerda a los pequeños
chiringuitos que salpican la costa italiana. La
atmósfera busca transmitir la sensación de un
eterno verano junto al mar, un equilibrio entre
sofisticación y familiaridad que invita a quedar-
se. Con un aforo de algo más de un centenar
de comensales distribuido entre terraza, barra
y salón, el local ofrece ambientes distintos para
cada momento: desde un aperitivo informal con
vistas al verde hasta una cena especial bajo
una luz serena.
Dolce Positano no es solo la suma del talento
de dos cocineros. Es la historia de un gesto:
traer a Madrid una parte íntima de Italia a tra-
vés de sabores, recuerdos y una manera muy
propia de entender la hospitalidad. Roberto y
Alessandro han construido aquí un lugar don-
de el afecto se expresa plato a plato, donde
la constancia y la disciplina se mezclan con la
emoción y la memoria. El restaurante propone,
en definitiva, una cocina que cuenta historias,
un Mediterráneo interpretado desde Madrid con
respeto, atrevimiento y un estilo que aspira a
perdurar.
Abrir la puerta de Dolce Positano es, en cierto
modo, asomarse a un balcón suspendido sobre
el mar. Y, al sentarse a la mesa, descubrir que
algunos viajes se viven también a través de lo
que se sirve en un plato.
RESTAURANTES PROBADOS
DOLCE
POSITANO
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