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PUERTO DE INDIAS
Ginebra de frutas con
alma andaluza
Texto y fotografía: Jose A. Muñoz
La historia de esta destilería arranca en 1880, cuan-
do un emigrante llegado del norte de España —
huyendo de las Guerras Carlistas— aprovechó un
manantial subterráneo para levantar una fábrica
de anisados en la finca Brenes en Carmona. El edificio
se construyó sobre restos de antiguas termas romanas y
sobre la estructura de un viejo molino andalusí. Durante
décadas, la pequeña industria elaboró anís y licores tradi-
cionales, convirtiéndose en una de las primeras destilerías
de la provincia de Sevilla y en un pilar económico de la
zona.
En 2001 la historia estuvo a punto de apagarse. La fá-
brica, ya en decadencia, fue adquirida por los hermanos
José Antonio y Francisco Rodríguez, que quisieron evitar
su cierre y mantener vivo el legado del anís Los Hermanos.
Procedían del sector de la construcción, pero apostaron por
preservar el oficio. Aquella decisión sería, con el tiempo, el ini-
cio de una transformación inesperada que situaría a Carmona
en el mapa internacional de la ginebra.
Hoy, el recinto encalado, blanco y lleno de frutales, funciona
como centro de visitantes. Es una mezcla de patrimonio indus-
trial, tradición licorera y turismo gastronómico. Para quienes
conocen bodegas y almazaras, el discurso resulta familiar: se
habla de origen, de materia prima, de botánicos, de agua mi-
neral y de un oficio que se transmite entre generaciones.
El “error” que cambió la ginebra
para siempre
Comprender Puerto de Indias exige detenerse en el
accidente que dio lugar a su ginebra más famosa. A
principios de la década de 2010, la familia Rodríguez
buscó diversificar la actividad elaborando macerados
de fruta en alcohol. Entre esas frutas estaban las fre-
sas, que llegaban frescas de la provincia de Huelva.
Durante el invierno todo funcionaba, pero cuando
las temperaturas subieron, las fresas comenzaron a
deshacerse: lo que quedaba en los depósitos era un
puré alcohólico imposible de vender.
En paralelo, habían recuperado la receta de una
ginebra seca que se elaboraba en la destilería a
mediados del siglo XX. Antes de desechar la fruta,
decidieron mezclarla y destilarla junto al enebro. De
aquella prueba improvisada nació una ginebra rosa-
da, aromática y suave, con un carácter inédito para
la época.
En 2013 lanzaron una primera tirada de apenas unas
dos mil botellas. El éxito desbordó cualquier previ-
sión. La ginebra rosa de Puerto de Indias no solo
creó una categoría nueva en el mercado: impulsó a
la destilería a producir millones de botellas y a conso-
lidarse como un fenómeno internacional.
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