Page 87 - Traveling 71
P. 87
LA VENTANA DE MANENA
Aromas, música y casas
de cuento de Rennes
Volviendo a Rennes, nos alojamos
en un encantador hotelito, Hotel de
Nemours, de esos de los que dices,
“si pudiera vivir aquí” “es mi casa
soñada”. Íbamos con la maleta, la
mochila, la cámara, y el recepcio-
nista, al vernos de esa guisa, nos
aconsejó “acomódense, ya tendrán
tiempo de mirarlo todo”. Pues no,
tanto mi acompañante como yo, car-
gadas hasta las cejas, cotilleamos el
comedor, el jardincito inglés, qué no
francés, los cuadros, las soperas,
haciendo una foto tras otra, mientras
el conserje nos miraba entre perple-
jo y mal humorado…”Que impacien-
cia por dios, estas españolas”.
Una vez acomodadas nos fuimos
a conocer Rennes. Su imagen de
ciudad medieval con casas de en-
tramado, contrasta con el ambiente
estudiantil s. XXI. La primera impre-
sión de la capital bretona fue tan viva
y positiva que de mi se apoderó el
síndrome de Zelig, aquella película
genial de Woody Allen, en la que el
protagonista se mimetiza de tal ma-
nera con el entorno que acaba por
perder su identidad. Y así fue, mien-
tras mi compañera andaba ocupa-
da haciendo fotos, entrevistando al
guía, yo me había convertido en una
estudiante que divagaba sobre cual
concierto de rock ir aquella velada,
o si optar por uno de reggae, punk
o la nueva tendencia de música cel-
ta. Cabe recalcar que Rennes tuvo
vital importancia en la puesta en es-
cena del rock francés, y muchas de
sus bandas empezaron en el archí
famoso Bistró de la Cité. Pensando
en mis cosas, me compré un par de
vinilos del rock de entonces, mi rock,
cuando mi amiga me animó a tomar
algo en Rue de Saint Michel, apoda-
da Rue de la Soif, la calle de la sed,
pues tiene un bar cada siete metros.
Rennes lleva una mezcla de aromas
en el aire, de lo más apetitosos. Mi
pituitaria los advirtió al instante obli-
gándome a seguirlos cual infante
imantado por el dulce olor del algo-
dón dulce. Enseguida dimos con la
tienda de donde salía el delicioso
aroma. En la pastelería La Trinitaine
se venden las famosas galletas de
mantequilla, deliciosas ellas, como
pudimos comprobar cuando, nada
más entrar, nos las dieron a probar.
Gracias al sabor adictivo de la galle-
ta bretona, y a su precioso envasado
en unas latas de esas que luego sir-
ven de costurero, para meter cartas
de antiguos novios, e incluso medi-
cinas, salimos con un par de ellas
cada una.
La otra fragancia que protagonizaba
las calles renianas llevaba toques
saladitos y se escapaba de restau-
rantes, bares y chiringuitos, ya que
la galette –saucisse, una especie de
crepe de trigo sarraceno, relleno de
salchicha, es un exquisito referente
de la capital bretona, que no tarda-
mos en probar.
Tienda va y tienda viene pues Ren-
nes cuenta con una variada “varie-
dad” de tiendas autóctonas “Made
in Bretaña”.
Rennes, una ciudad universitaria
La deliciosa calle Jerzual de Dinan
Pastelería la Trinitaine
- 87