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MONTILLA-MORILES
Desde hace años, las bodegas de Montilla-Moriles
experimentan con vinos tranquilos de Pedro Ximénez
procedentes de distintas parcelas con multitud de orien-
taciones, altitudes y suelos, dando lugar a los nuevos
vinos de Montilla-Moriles: blancos secos minerales y
capaces de reflejar las variaciones de un territorio tan
heterogéneo como fascinante.
Mientras que los viñedos en las zonas bajas se asien-
tan sobre suelos menos calizos, donde los vinos tien-
den a ser más robustos y con fruta más evidente, la
mayor parte de la viña está situada en zonas más altas
y sobre albariza, contribuyendo a los perfiles más ele-
gantes y salinos de la DO.
La albariza es el alma blanca de los viñedos de Mon-
tilla‑Moriles. Se trata de un suelo margoso, de textura
suave y aspecto casi luminoso, compuesto principal-
mente por carbonato cálcico, arcillas y fósiles marinos.
Su estructura porosa y su capacidad de retención de
agua permiten a las cepas sobrevivir a los veranos ex-
tremos del sur andaluz, liberando la humedad acumu-
lada durante el invierno justo cuando más la necesitan.
Además, su color claro refleja la luz solar hacia las hojas
y racimos, intensificando la fotosíntesis y favoreciendo
una maduración más completa. Estas condiciones, uni-
das a un rendimiento naturalmente bajo, dan lugar a
vinos de gran concentración, con una impronta mineral
y salina muy marcada. En Montilla‑Moriles, la albariza
no solo sostiene la vid: le imprime carácter, elegancia y
una longevidad que se percibe en cada copa.
Este suelo calcáreo abunda especialmente en las zo-
nas altas, donde la acumulación de sedimentos es
menor, con la Sierra de Montilla y Moriles Altos como
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