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24 HORAS
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HORAS
Albi
Texto: Diana Morello - dianamorello@outlook.es-
Fotografía: Archivo
En el suroeste de Francia, a apenas se-
tenta kilómetros de Toulouse, se en-
cuentra Albi, capital del departamento
del Tarn y corazón de Occitania. A orillas
del río que le da nombre, la ciudad despliega un
conjunto medieval de ladrillo rojo cuya unidad
sorprende y cautiva.
Albi es una ciudad que no aparece en las guías
rápidas ni en las listas de visitas obligadas, y,
sin embargo, cuando uno se detiene en su cas-
co histórico, tiene la sensación de estar contem-
plando un paisaje urbano que no se repite en
ningún otro lugar del país. Todo está construido
en ladrillo, en ese rojo cálido que cambia con
la luz y que otorga a la ciudad una personali-
dad inconfundible. Conserva el esplendor de su
pasado episcopal y el legado de Toulouse-Lau-
trec, nacido aquí en 1864. Es al mismo tiempo
fortaleza y ciudad mercantil, centro religioso
y refugio bohemio. Veinticuatro horas bastan
para comprender su grandeza discreta, esa
que no necesita de multitudes para justificarse.
La Mañana en la ciudad roja
El día amanece en la explanada de la catedral
de Santa Cecilia, obra descomunal levantada
entre los siglos XIII y XVI. Su aspecto exterior
recuerda a una fortaleza más que a un templo,
con muros macizos y torreones cilíndricos. Esta
catedral, considerada la mayor construcción de
ladrillo del mundo, fue erigida como símbolo de
poder tras las guerras contra los cátaros.
El contraste con su interior es sorprendente.
Una vez dentro, la severidad se transforma
en un universo policromado: frescos que cu-
bren muros y bóvedas, un coro gótico tallado
con minuciosidad y un Juicio Final del siglo
XV que sobrecoge por su expresividad. En
pocos lugares de Europa la pintura medieval
se conserva con tanta intensidad y extensión.
A un paso se encuentra el Palacio de la Ber-
bie, residencia de los obispos que hoy aco-
ge el Museo Toulouse-Lautrec. Desde sus
jardines, diseñados con simetría clásica, se
contempla la mejor panorámica de Albi: los
puentes de piedra y ladrillo, las casas colga-
das sobre el río y el Tarn discurriendo con cal-
ma. La colección del museo es la más com-
pleta del mundo dedicada al pintor. Carteles,
dibujos y lienzos permiten seguir el rastro
de aquel artista frágil y lúcido que retrató sin
concesiones la vida nocturna de Montmartre.
Entre mercados y calles
medievales
La mañana continúa por el Vieil Alby, el casco
antiguo de calles estrechas y balcones de
madera. Aquí se advierte la huella de la bur-
guesía mercantil que prosperó con el comer-
cio del pastel, el tinte azul que enriqueció la
región entre los siglos XV y XVII. Fachadas
de ladrillo entramado, soportales y peque-
ñas plazas dibujan un ambiente detenido en
el tiempo.
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