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ALBI, FRANCIA
La mayor
catedral de
ladrillo del
mundo y la
memoria de
Toulouse-
Lautrec hacen
de Albi un
lugar único
en Francia
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Jardines del Palais de la Berbie, construido en el siglo XIII. Actualmente es el Museo Toulouse-Lautrec
En la plaza Savène, bajo los sopor-
tales, el café se convierte en ritual:
observar a los vecinos que acuden
al mercado, escuchar el acento oc-
citano todavía presente en la con-
versación, percibir la vida de una
ciudad que no vive del turismo, sino
de sí misma.
El mediodía conduce inevitable-
mente al mercado cubierto de Les
Halles. Allí se despliega el carácter
gastronómico del Tarn: quesos de
cabra, embutidos ahumados, panes
artesanos y frutas de temporada.
Es el lugar para probar el cassoulet,
guiso de alubias con pato confitado
y embutidos, o el aligot, esa mezcla
de puré de patata, coliflor y queso
que se estira como un hilo sin fin.
Todo acompañado por los vinos de
Gaillac, denominación histórica que
sorprende con variedades autócto-
nas y frescura mineral.
Una tarde junto al río
La tarde invita a cruzar el Puente
Viejo, uno de los más antiguos de
Francia aún en uso, levantado en
el siglo XI. Desde allí se obtiene la
imagen más reconocible de Albi:
la catedral dominando el horizonte
y el caserío rojizo descendiendo
hasta el agua.
En la orilla opuesta se levanta el ba-
rrio de la Madeleine, más popular y
tranquilo, con calles anchas y vis-
tas privilegiadas. Allí se encuentra
el Museo Lapérouse, que recuer-
da la figura del navegante albigen-
se desaparecido en el Pacífico en
1788. Cartas, mapas y maquetas
relatan la aventura marítima en
tiempos de exploraciones.
Con el descenso del sol, lo mejor es
embarcarse en una gabarra, la em-
barcación fluvial tradicional. El ritmo
lento del Tarn ofrece otra mirada: las
fachadas medievales reflejadas en
el agua, los huertos en las orillas,
el silencio roto solo por el batir de
los remos. Es un paseo breve, pero
suficiente para comprender la unión
íntima entre el río y la ciudad.
La noche y sus sabores
De regreso al centro, la vida se con-
centra en torno a la Place du Vigan,
amplia y animada. Allí se despliega
el ambiente nocturno, con cafés,

