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GÖRLIEWOOD
La ventana
La ventana
de Manena
de Manena
Anécdotas Viajeras
Fotos y texto: Manena Munar manena.munar@gmail.com
“Son aquellas pequeñas cosas…” que cantaría Joan Manuel Serrat las
que después de un viaje prevalecen en la memoria y al recordarlas se
vuelve a abrir la sonrisa, a llorar, o a reír a carcajadas. Me gustaría sacar
del baúl de mis recuerdos algunas de ellas y compartirlas con vosotros.
Görliewood
Görliewood le llaman al
Hollywood europeo, pues
en el palaciego escenario
de la ciudad sajona de
Görlitz, se han rodado
películas de renombre
Recorrido de Goerliewood
He ido bastantes veces a Alemania, país
precioso con una enorme oferta cultural
y paisajística. Sin embargo, y como pasa
con todo en la vida, de pronto hay una
persona, una obra de arte, una música, o un lu-
gar que hace poso en el cofre de los recuerdos.
Para mi la ciudad de Görlitz siempre ha tenido algo
especial. Quizás sea el hecho de que su puente
sobre el río Neisse fuera elegido como fronterizo
entre Polonia y Alemania, quizás porque tiene más
palacetes que personas; una arquitectura impre-
sionante -unos 4.000 edificios protegidos- o quizás
porque a otros antes de a mi, les gustó tanto o más
y decidieron hacer de Görlitz, Zgorzelec en polaco,
(que forma tan distinta de llamarse; eso es lo que
tienen los idiomas, sobre todo si son tan endiabla-
dos…) un plató cinematográfico.
Creciendo de la mano del cine.
Yo, al igual que mi generación; me abstengo de
dar explicaciones sobre a cuál pertenezco, creci-
mos soñando, gracias al cine. Hemos sido explo-
radores, misioneros, doctores, policías, ladrones,
malos y buenos de esas películas que han forma-
do parte de la infancia. Las frases “parece de pelí-
cula” “podías hacer una película de esto o aquello”
se reiteran a lo largo de nuestra cotidianidad. Por
eso, cuando llegué a Görlitz, al ver los tranvías que
todavía discurren por las elegantes calles, me con-
vertí en Kate Winslet y conduje el tranvía, esperan-
do ansiosa el momento de reunirme con “El Lector”
quien me ensañaría que la vida no se terminaba en
las vías de Görlitz y que había un mundo enorme
allá afuera. Y si no, que se lo digan a Julio Verne
quien imaginó esa Vuelta al Mundo en Ochenta
Días, convertida en una célebre película que, entre
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