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Monasterio de Suso
El propio nombre de San Millán —Emilianus, el er-
mitaño que vivió entre cuevas y oración durante 40
años— evoca una espiritualidad íntima, terrenal,
muy ligada a la naturaleza y al trabajo del hom-
bre. No es extraño que, en los siglos posteriores,
los monjes de Yuso, benedictinos, fueran grandes
impulsores del cultivo de la vid y de la producción
vinícola, contribuyendo a consolidar la economía
agrícola de la región.
En cierto modo, puede decirse que el vino y la pala-
bra nacieron juntos en San Millán, como dos formas
distintas de expresar lo mismo: el alma de una tierra
que fermenta con el tiempo.
Del Monasterio destacamos sus dos iglesias, sepa-
radas por el Coro mediante una puerta, la Parro-
quial y la Monástica, de principios del siglo XVI; su
magnífica Biblioteca cuyo acceso es muy limitado;
la Sacristía, una de las más bonitas de España cu-
yos techos exhiben unas magníficas pinturas de
profusos colores del siglo XVIII que nunca han sido
restauradas; un Claustro Bajo del siglo XVI sin ter-
minar y otro Alto que conserva dos de los grandes
tesoros de este Monasterio: una de las mejores co-
lecciones de Cantorales de canto gregoriano del
siglo XVIII y la Sala de las Reliquias o Relicarios
( las de San Millán y las de San Felices de Haro)
contenidas en unas bellísimas arquetas de plata re-
cubiertas de tarjetas de marfil tallado, algunas con
más de 1000 años de antigüedad.
VIAJES
Coro inferior del Monasterio de Yuso separa la iglesia parroquial de la monacal
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