Page 53 - Traveling magazine 72
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PUEBLOS CON ENCANTO
Cantabria guarda historias e Historia, pero pocas con tanto significado
como Santillana del Mar y su vecina Cueva de Altamira. En esta villa que
no mira al mar —pese a lo que dice su nombre— la historia se ha dete-
nido como si pretendiera ser un libro de texto del que aprender el modus
vivendi de nuestros antecesores, sin pretensiones y con una dignidad serena. Su
trazado medieval, sus casonas blasonadas, sus calles empedradas por donde aún
suenan los pasos de los siglos, la han convertido en uno de los conjuntos históricos
mejor conservados de España. Pero no es solo su arquitectura lo que la hace única:
es también la puerta a una de las páginas más prodigiosas del arte humano, la cueva
de Altamira.
Ubicada a apenas dos kilómetros del centro histórico, Altamira no es solo una cueva,
es un símbolo. Descubierta en 1868, fortuitamente por un cazador y su perro, y reco-
nocida por su valor artístico por Marcelino Sanz de Sautuola en 1879, sus bóvedas
decoradas con bisontes policromados revelaron al mundo que el arte no nació con
Grecia ni con Roma, sino mucho antes, en el Paleolítico. Las pinturas, ejecutadas
con ocres, carbón y óxidos de hierro, y aprovechando los relieves naturales de la
roca, demostraron que aquellos hombres y mujeres de hace más de 15.000 años no
eran salvajes, sino artistas con una sensibilidad sorprendente.
Altamira fue, y sigue siendo, una revelación. Pero también fue un motivo de con-
troversia. En su momento, la comunidad científica dudó de la autenticidad de las
pinturas. Costó años —décadas incluso— que se reconociera que aquellos bisontes
rojos y negros eran obra de los antiguos habitantes de la cornisa cantábrica, y no un
fraude moderno. Hoy, sin embargo, Altamira está considerada la “Capilla Sixtina del
arte rupestre”, y es Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1985.
Reproducción de un bisonte en la Neocueva de Altamira
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