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VIAJES
El aire que moja el ánimo
No es solo la vista ni el sonido lo que conmueve. El aire
que rodea las cataratas está cargado de pequeñas par-
tículas de agua y de iones negativos, responsables de
esa sensación de frescura y bienestar que se percibe
al acercarse. La bruma actúa como un bálsamo: hu-
medece la piel, limpia la respiración, refresca los sen-
tidos y parece renovar la energía del cuerpo con cada
inhalación pausada. Es un fenómeno que los visitantes
describen como revitalizante, casi terapéutico, una me-
dicina natural imposible de embotellar.
Diversos estudios apuntan a que la exposición a en-
tornos ricos en iones negativos —cascadas, montañas,
bosques húmedos— contribuye a mejorar el ánimo,
reducir el estrés, favorecer un sueño más reparador e
incluso equilibrar ciertas funciones corporales. Sea cual
sea la explicación científica, lo cierto es que la experien-
cia del Niágara va más allá de lo visual. El viajero regre-
sa con una vitalidad distinta, como si el agua hubiera
penetrado en su propia memoria corporal y despertado
algo profundo, una fuerza renovada que lo acompaña
mucho después de abandonar el lugar.
Un escenario sin artificios
El lado canadiense de las Cataratas del Niágara ofrece
un espectáculo grandioso, una escenografía perfecta
para ser admirada en panorámica, acompañada de ho-
teles, luces nocturnas y fuegos artificiales. El lado es-
tadounidense, en cambio, propone otra clase de viaje:
no la contemplación desde lejos, sino la inmersión en la
naturaleza sin envoltorios.
Quien cruza a Goat Island, quien camina sobre las pa-
sarelas de Luna Island o se empapa en la Cueva de
los Vientos, se convierte en parte de ese escenario. El
agua deja de ser postal para transformarse en presen-
cia, en fuerza que envuelve, en rugido que sacude el
cuerpo. Es un viaje íntimo, que no necesita adjetivos
ni añadidos, porque la naturaleza se basta por sí sola
para hablar con autoridad.
El lado estadounidense de las Cataratas del Niágara
guarda la esencia de un paisaje protegido contra el
tiempo y la especulación. La visión de Olmsted sigue
vigente en cada sendero, en cada isla, en cada bruma
que asciende del abismo.
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