Page 14 - Traveling magazine 72
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CATARATAS DEL NIÁGARA
Vista aérea de las cataratas con la plataforma de observación y la ciudad en Canadá
Cuando el agua deja de ser postal
Cuando uno imagina las Cataratas del Niágara, suele
evocar la vista amplia y majestuosa que aparece en las
postales o en los anuncios turísticos: panorámica desde
el lado canadiense, espléndida, como si se contemplara
el espectáculo natural desde un palco de honor. Pero
al otro lado del río, en el territorio estadounidense, la
experiencia se transforma en algo distinto: más salvaje,
más inmediato, más íntimo. Allí el viajero deja de ser
espectador para colocarse en el propio escenario de la
naturaleza.
Puede caminar a orillas del caudal, sentir cómo el agua
gana velocidad, cruzar a pequeñas islas en medio de
los rápidos y situarse justo al borde donde millones de
litros de agua se precipitan con estruendo bajo sus pies.
La naturaleza como protagonista
En 1885 se creó el Parque Estatal de las Cataratas del
Niágara, el primero de Estados Unidos, con un objeti-
vo claro: proteger este entorno de la creciente presión
urbanística y conservarlo como un santuario natural.
El impulsor de esta idea fue Frederick Law Olmsted, el
mismo paisajista que había diseñado Central Park en
Nueva York. Olmsted quedó impresionado por la fuerza
del Niágara y luchó por impedir que la codicia comercial
lo convirtiera en un escaparate de hoteles y anuncios.
Su visión era sencilla y radical: el visitante debía experi-
mentar las cataratas sin distracciones, sin más adornos
que el propio poder del agua y de los bosques que lo
rodean.
Gracias a esa decisión, hoy el viajero que camina desde
Goat Island hasta la Cueva de los Vientos recorre sende-
ros arbolados, encuentra praderas abiertas para descan-
sar junto al río y disfruta de miradores naturales donde la
vista no tropieza con carteles ni rascacielos. Lo que se
observa desde el lado canadiense —un horizonte limpio
de cemento y asfalto— es, en gran parte, fruto de aquella
defensa pionera. Nueva York, frente al progreso acelera-
do del siglo XIX, eligió preservar la naturaleza.
De cerca con el agua
El río Niágara comienza a contar su historia mucho antes
de lanzarse al vacío. Justo aguas arriba, varias islas se
interponen en su curso: Goat Island, Luna Island y las
Three Sisters Islands. Están unidas por senderos y puen-
tes que permiten caminar sobre las aguas turbulentas y
escuchar de cerca el rugido creciente. En Luna Island, el
viajero queda situado entre dos cortinas de agua: a un
lado las American Falls, al otro la Bridal Veil Falls, cono-
cidas como Cataratas del Velo de Novia. La experiencia
es frontal, sin mediaciones, con la bruma ascendiendo
como un telón que envuelve la mirada.
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