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TURISMO RURAL ESPECIAL OTOÑO
Vista otoñal del conjunto histórico de Letur, con sus bancales escalonados y olivares centenarios
caserío, blanco y escalonado, recor-
tado sobre el peñasco. Más adelan-
te, el sendero de La Muela ofrece
un itinerario algo más exigente, con
pendientes suaves pero continuas
que conducen a miradores naturales
—el de la Muela Este y el de la Muela
Oeste— donde el horizonte se pierde
entre encinares y nubes bajas.
El otoño es, sin duda, la mejor época
para recorrer Letur. Las temperaturas
suaves, la luz tamizada y la calma del
entorno permiten disfrutar de los deta-
lles: el color del musgo en los troncos,
el sonido del agua en las fuentes —
como la de la Fuensanta o la de las
Morericas—, el vuelo lento de las ra-
paces sobre los barrancos. A lo largo
del camino aparecen cortijos aban-
donados, almendros viejos y algún
refugio, como el del Regalí, donde el
silencio se escucha con nitidez.
El silencio de la montaña
Caminar por Letur en otoño es tam-
bién una forma de entender su his-
toria. Cada sendero guarda la huella
del esfuerzo de generaciones que
hicieron del monte un lugar habitable.
Hoy, esas mismas sendas ofrecen al
visitante una experiencia distinta: ca-
minar sin prisa, mirar el paisaje con
otros ojos, sentir el tiempo a otro rit-
mo. La Red de Senderos de Letur
no es solo un itinerario físico, sino una
red de memoria, naturaleza y futuro.
Quien regresa al pueblo tras una jor-
nada de ruta encuentra en Letur la
serenidad intacta de las pequeñas
cosas. Las fuentes, los rincones som-
breados, el sonido de las campanas
que marca el mediodía. En los bares
del casco antiguo huele a café recién
hecho, a pan de horno y a leña. Los
vecinos se saludan en la plaza, los ni-
ños corren entre los arcos y el viajero,
sin darse cuenta, acaba formando par-
te de esa escena sencilla y verdadera.
A veces, al caer la tarde, el sol en-
ciende los tejados y los montes ad-
quieren un tono rojizo que parece
irreal. Desde el mirador de La Mola-
tica, el caserío se funde con el pai-
saje y el aire se llena de silencio.
No hay mejor despedida. Letur no
necesita artificios: su belleza está
en la autenticidad, en esa mezcla de
agua, piedra y calma que define a
los pueblos de montaña.
Arroyo de Letur
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