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TURISMO RURAL ESPECIAL OTOÑO
El otoño en Letur pasa sin estridencias.
Sentir el aire que baja desde la sierra con
un aroma nuevo, mezcla de tierra húme-
da, hoja seca y leña encendida. En este
rincón del suroeste de Albacete, el pai-
saje cambia sin perder su carácter. Los
bancales se tiñen de ocres y amarillos, el
rumor del agua acompaña cada paso y
los senderos, antaño transitados por pas-
tores y arrieros, se abren hoy como una
invitación a caminar sin prisa.
Letur conserva un alma antigua. Su
casco histórico, declarado Conjunto
Histórico-Artístico en 1983, mantiene
el trazado medieval de origen musul-
mán mejor conservado de la provincia. Basta
cruzar el arco de entrada al casco viejo para
sentir cómo el tiempo se detiene. Las calles
estrechas, las casas encaladas y los pasadi-
zos cubiertos conducen al viajero por un labe-
rinto de piedra que respira calma. En otoño,
las buganvillas se apagan y las parras trepan
por los muros dejando caer hojas doradas. El
agua, que ha modelado el carácter del pueblo
durante siglos, sigue fluyendo por fuentes y
acequias, recordando que Letur fue, y es, un
enclave de huertas fértiles en plena sierra.
Desde los miradores del casco antiguo —el
mirador de la Molatica y mirador de San Se-
bastián— la vista se pierde entre barrancos y
montes. En los días claros de octubre, la luz
parece más limpia y las sombras más largas.
Se escuchan los cencerros lejanos, el canto de
algún gallo y el chapoteo del agua en los la-
vaderos. Son sonidos cotidianos que el viajero
urbano ya casi ha olvidado y que aquí se con-
servan como parte del paisaje.
Una red de camino con historia
El municipio abarca más de 260 kilómetros
cuadrados de montañas, barrancos y vegas.
Es un territorio que asciende desde los 560
metros del fondo del valle hasta los 1.400 de
las cumbres, con vistas que abarcan la Sierra
del Segura. La orografía accidentada, surca-
da por cañadas y ramblas, ha determinado la
vida de sus habitantes. Los caminos que hoy
recorren los senderistas fueron durante si-
glos las arterias por las que circulaba la vida
rural: por ellos bajaban los ganados trashu-
mantes, se transportaba el aceite, el grano o
la leña, y se comunicaban las aldeas disper-
sas entre montes.
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