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GUATEMALA
Suelta de tortugas en la playa, tortugario de Monterrico
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al océano, en una ceremonia tan conmovedora como
educativa. El Tortugario Monterrico, gestionado por
organizaciones locales, protege los nidos y fomenta la
educación ambiental, reforzando la conciencia ecológica
entre los visitantes. Además, sus manglares pueden re-
correrse en canoa al amanecer, cuando garzas y pelíca-
nos surcan el cielo en un paisaje de luz líquida.
Este litoral, aún poco explorado, es una joya por des-
cubrir. Sus playas volcánicas, sus comunidades aco-
gedoras y su respeto por la naturaleza ofrecen una ex-
periencia que conecta al viajero con la esencia misma
de Guatemala: un país que sorprende emociona y deja
siempre ganas de volver.
Aventuras entre manglares
Los ecosistemas costeros de Guatemala también guar-
dan uno de sus tesoros más subestimados: los bosques
de manglares. Estos árboles, tolerantes a la sal, crean
un laberinto de raíces que sirve de refugio a peces, aves
y reptiles, además de actuar como murallas vivas contra
tormentas y huracanes. En sus aguas turbias crece la
vida, y en sus ramas anidan garzas, fragatas e ibis.
Explorar este entorno es una experiencia que combina
naturaleza y conciencia ambiental. Las excursiones en
lancha o kayak desde El Paredón y Monterrico permiten
deslizarse entre canales donde la luz se filtra entre las
raíces. El silencio solo se rompe por el batir de un pelí-
cano o el chapoteo de un pez. Con suerte, se pueden ver
iguanas, mapaches o cocodrilos tomando el sol.
Navegando por el río Santa Rosa



































































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