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VALONIA (BÉLGICA)
Las empresas de alquiler de embar-
caciones ofrecen transfers entre los
diferentes puntos, facilitando el regre-
so tras la actividad. Muchas de estas
empresas apuestan por materiales
ecológicos, promoviendo un contacto
respetuoso con el entorno. En Valo-
nia, la relación entre el viajero y la
naturaleza se entiende desde el res-
peto: no es un parque temático, sino
un espacio vivo y compartido.
La Gruta de Han
Esta cueva se cuenta entre las mayo-
res y más impresionantes de Bélgica
y de Europa occidental. Su origen se
debe al paciente trabajo de erosión
que el río Lesse ha realizado duran-
te siglos, atravesando una colina de
piedra caliza y abriendo un extenso
pasaje subterráneo de más de un ki-
lómetro. El recorrido para los visitan-
tes, siempre en grupos guiados y con
opciones en varios idiomas, abarca
aproximadamente dos kilómetros por
el interior de la gruta, donde la tempe-
ratura se mantiene constante en tor-
no a los 13°C, lo que aconseja llevar
ropa de abrigo incluso en verano.
Descendiendo en kayak el río Semois
Entre las rutas más transitadas
está la que une Namur y Dinant,
siguiendo el cauce del Mosa, o el
itinerario por el Valle del Semois,
entre viñedos y castillos. En los
meses de verano, las orillas del
Ourthe se animan con ciclistas y
familias. La bicicleta se ha integra-
do en la vida cotidiana de muchas
localidades, con servicios de alqui-
ler, talleres, puntos de recarga para
bicicletas eléctricas y señalización
adaptada. Otra experiencia singular
son las draisinas o vélorails, vago-
netas a pedales que permiten reco-
rrer antiguas vías del tren y contem-
plar el paisaje a otro ritmo, en una
actividad pensada para todos.
En kayak, siguiendo el
curso del río
Los ríos Ourthe, Lesse y Semois
surcan la región formando mean-
dros y gargantas ideales para quie-
nes buscan una aventura tranquila.
Descender en kayak por el Semois
es avanzar entre bosques y prados,
con pequeñas casas de madera que
puntúan el paisaje y aportan carácter.
A mitad del recorrido, es habitual de-
tenerse junto a un puente de madera
que los vecinos reconstruyen cada
año, siguiendo la costumbre local.
Este puente servía en el pasado para
cruzar el río y transportar hojas de ta-
baco, un cultivo que durante décadas
definió la vida y la economía del valle.
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