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A mediodía: mercado y marisco
La vida de Trieste pasa por sus mercados. El
Mercado Central, elegante y animado, reúne
puestos de verduras, pescados, quesos y em-
butidos. Es momento de dejarse tentar por un
aperitivo local: un “panino” de prosciutto cot-
to triestino o una ración de marisco fresco. El
Adriático lo marca todo: mejillones, gambas y
sardinas llenan las mesas de los bares del puer-
to. Para el almuerzo, el Ristorante Al Bagatto
o los locales del puerto viejo ofrecen pescado
recién traído, risotto al nero di seppia o la jota,
el tradicional guiso de col y carne, reflejo de la
influencia eslava. El ambiente es distendido, con
camareros multilingües y una clientela local que
aprecia el buen producto y el ritmo lento.
Tarde de cultura y miradores
Después de comer, conviene subir al Castello di
San Giusto, que domina la ciudad. Las vistas al
golfo y a los tejados rojizos justifican la subida. El
castillo y la catedral anexa son testimonio del pa-
sado romano y medieval de Trieste. Muy cerca,
el Museo Revoltella alberga una de las mejores
colecciones de arte moderno del norte de Italia,
reflejo del espíritu burgués e ilustrado de la ciu-
dad en el siglo XIX.
La tarde invita a perderse por las calles del barrio
Cavana, el casco antiguo, con tiendas de anti-
güedades, galerías y cafés donde el tiempo pare-
ce detenido. Cada rincón cuenta historias de via-
jeros, comerciantes y escritores. No falta la huella
de Joyce, quien vivió aquí una década y dejó su
huella en placas y esculturas de la ciudad.
Castillo de Miramare
24 HORAS
Café San Marco
Atardecer junto al Adriático
La mejor despedida de Trieste es volver al mar. Un paseo ha-
cia el Castello di Miramare permite contemplar el Adriático y
las montañas de Eslovenia al fondo. El castillo, construido para
el archiduque Maximiliano, es un icono romántico rodeado de
jardines y acantilados. Antes de cenar, es tradición tomar un
“Spritz” en una terraza del puerto, viendo cómo cae la luz sobre
la Piazza Unità. Para cenar, lo ideal es una pasta con frutos del
mar o alguna receta austrohúngara en una trattoria local. Tries-
te, en 24 horas, es un viaje por una Europa de fronteras difusas,
un mosaico de culturas y recuerdos. Una ciudad que sabe a
café y a salitre, y que deja al viajero con la sensación de haber
cruzado varias fronteras sin moverse.
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