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PLAYA DE LAS CATEDRALES
Arriba, varios miradores ofrecen panorámicas amplias:
un mar en continuo ir y venir, los arcos rocosos emer-
giendo como ruinas olvidadas, el canto lejano de las olas.
Son lugares donde detenerse, sentarse, respirar hondo
y contemplar. En verano, además, una lanzadera desde
Ribadeo facilita el acceso, reduciendo el uso del coche y
ayudando al entorno a respirar.
Muy cerca se ha instalado un pequeño centro de inter-
pretación para conocer cómo se formaron estas rocas y
cuál es su valor natural, además de baños y servicio de
aparcamiento.
Historia, memoria y huella humana
Aunque hoy el protagonismo es natural, la costa también
guarda huellas humanas ancestrales. En la zona existen
vestigios de ingeniería romana: canales esculpidos en la
roca y restos de minería aurífera, con sistemas de arran-
que hidráulico similares a los de otros enclaves antiguos.
Se han documentado, además, estructuras que podrían
haber servido para la cerámica, vinculadas a esa explo-
tación de recursos. Son señales discretas, a menudo in-
visibles, que narran la presencia humana hace más de
2.000 años.
Durante siglos, estas costas alimentaron la labor de pes-
cadores y marineros, que aprendieron a leer el viento, a
medir el oleaje y a respetar el infinito rigor del océano. No
fue hasta finales del siglo XX que el público general des-
cubrió este rincón. Desde entonces, su fama ha crecido
sin pausa, y hoy es un emblema del turismo natural en el
norte de Galicia.
Biodiversidad: un latido vivo entre
rocas y agua
Más allá de la contemplación estética, la Playa de las Ca-
tedrales es un ecosistema que late y resiste. Integrada en
la Red Natura como lugar de especial interés, sus acanti-
lados acogen colonias de aves marinas: gaviotas patiama-
rillas, cormoranes moñudos, garcetas y ocasionalmente
halcones peregrinos. Sus nidos pueden verse en hendidu-
ras inaccesibles, allí donde el hombre no puede perturbar.
Cuando la marea baja, el agua deja pozas en las rocas.
En ellas sobreviven algas, briozoos, mejillones, lapas y
percebes. Niños y adultos pueden descubrir estrellas de
mar, erizos y pequeños peces que ahí quedan atrapados
momentáneamente.
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