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VIAJES
Nambiti Plains es un refugio para apenas catorce
huéspedes. Cada suite, construida con materiales natu-
rales, combina sofisticación y sencillez en equilibrio con
el entorno. Grandes ventanales de suelo a techo inun-
dan el interior de luz y ofrecen vistas sin interrupciones
al paisaje africano. Las terrazas privadas se asoman a
un abrevadero natural donde elefantes, jirafas o antí-
lopes suelen detenerse al caer la tarde. Algunas habi-
taciones cuentan con duchas exteriores, otras con ba-
ñeras de piedra desde las que uno puede escuchar los
sonidos de la sabana mientras se relaja.
Hay suites diseñadas para lunas de miel, y otras pen-
sadas para familias o pequeños grupos, con espacios
interconectados que ofrecen privacidad sin perder la
sensación de estar juntos. El lodge principal, de techos
altos y estructura abierta, combina un salón acogedor
con chimenea, un comedor común y un bar al aire libre
junto a una piscina que no tiene barreras, solo horizon-
te. Allí la naturaleza es la única anfitriona.
El servicio, discreto y atento, se completa con pe-
queños detalles que elevan la experiencia sin rom-
per su esencia salvaje: aire acondicionado o ven-
tiladores de techo, ropa de cama de calidad, wifi,
minibar, servicio de lavandería. Pero lo que real-
mente se lleva uno de este lugar no se guarda en
maletas: se queda en la memoria.
El ritual del amanecer
Cada día empieza con el mismo rito:
café caliente antes del alba, charla
pausada con el ranger y salida an-
tes de que el calor lo transforme
todo. No hay música de fondo. Solo
el crujir de la hierba bajo las ruedas,
el canto metálico de los pájaros y,
de vez en cuando, el estremecedor
rugido de un león. En Nambiti viven
los Big Five —león, elefante, búfalo,
leopardo y rinoceronte—, pero tam-
bién cebras, antilopes, kudus, gue-
pardos, hipopótamos, más de 250
especies de aves y una infinidad de
especies que exigen ojos atentos.
Nuestro guía, nos enseñó a mirar.
A descifrar huellas, identificar ex-
crementos, distinguir diferentes
plantas. Con él aprendimos que
un safari no es un espectáculo: es
una escucha activa. Hay que dejar
que el paisaje hable, que los ani-
males decidan si mostrarse o no.
Nada está garantizado, y por eso
cada avistamiento es un privilegio
y una sorpresa.
Imagen de la sabana al amanecer
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