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SABORES DE LA RIOJA
Sabores de La Rioja
Texto y fotos: Jose A. Muñoz
En La Rioja no sólo se bebe en copa de vino; también se saborea en cada pimiento
asado, en la curación pausada de un buen chorizo o en el aroma de una carne
que crece al calor de los sarmientos. Aquí, el gusto por lo auténtico se respira en
los valles, en las huertas que miran al Ebro y en las bodegas donde el tiempo y
la paciencia son parte de la receta. En este artículo exploramos con mirada pausada la
riqueza gastronómica de La Rioja, recorriendo primero los productos que nacen de su
despensa propia —fruto de una tierra fértil y generosa— y luego cuatro platos que cuentan
historias de tradición, transmitidas de abuelos a nietos. Cerraremos el viaje en algunos de
los mejores lugares donde hoy se honra esa herencia culinaria, templos del sabor donde
se cocina con respeto y se brinda con orgullo, porque en La Rioja, como en pocas regio-
nes, cada bocado tiene un poso de vino y de memoria.
La cocina riojana hunde sus raíces en una cultura rural y laboriosa, moldeada por el ritmo
de las estaciones. En invierno, las matanzas llenaban los pueblos de humo y fiesta; el cho-
rizo, las morcillas y los embutidos se colgaban en los altillos como promesa de sustento.
En primavera, las huertas del Ebro ofrecían sus espárragos, alcachofas y acelgas tiernas;
en verano, los tomates y pimientos se asaban en hornos de leña o se conservaban en
tarros de cristal, siguiendo rituales familiares que aún hoy sobreviven.
Las reuniones alrededor del fuego, las meriendas en la viña o los almuerzos tras la ven-
dimia son parte esencial del alma riojana. La gastronomía aquí no se entiende sin esa
dimensión compartida, sin el vino que acompaña y la conversación que prolonga el placer.
Cada receta, desde unas patatas a la riojana hasta unas chuletillas al sarmiento, encierra
siglos de sabiduría campesina. Comer en La Rioja sigue siendo un acto de identidad, una
forma de celebrar la tierra, el tiempo y la memoria.
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