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MADAGASCAR
Avenida de baobads y foto inferior una mujer malgache
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Los árboles de la eternidad
En el oeste, cerca de Morondava, se abre la
Avenida de los Baobabs, uno de esos lugares
que dejan sin palabras. Una docena de árbo-
les monumentales se alzan sobre la tierra roja
como columnas de una catedral natural. Al atar-
decer, la luz los tiñe de oro y las sombras se
alargan hasta el infinito.
Los niños de las aldeas cercanas corren entre
los troncos, los ciclistas se detienen a mirar y
los ancianos observan en silencio. Los malga-
ches creen que los baobabs guardan el espíri-
tu de los antepasados, y quizá por eso el lugar
transmite una paz que roza lo sagrado.
Aquí los árboles no solo crecen, nos
acompañan y son parte de la vida local.
El aire se llena de polvo y de risas. Algunos ni-
ños se cuelgan de las raíces secas, otros corren
descalzos detrás del sol que se apaga. Es una
imagen simple y poderosa: la infancia jugando
entre los árboles más viejos del mundo, como si
nada pudiera romper esa armonía.
