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Encuentro internacional Paco de Lucía © Tomoyuki Hotta
Gastronomía de sal,
tierra y alma
Algeciras es puerto, y eso se nota en
su cocina. Pescado fresco, guisos mari-
neros, atún de almadraba, almejas a la
marinera, adobo, boquerones fritos… El
mar pone la base, pero la tierra no se
queda atrás. En las ventas y bares del
interior se sirven platos como la berza
gaditana, el menudo con garbanzos, el
conejo al ajillo o las tortillitas de cama-
rones.
El tapeo es forma de vida. Una caña bien
tirada y una tapa de choco frito bastan
para sentirse parte del lugar. En el Mer-
cado de Abastos, uno puede comprar,
charlar, o simplemente mirar el género:
huele a mar, pero también a herencia.
Y como dulce final, los borrachuelos,
las tortas de pellizco, las milhojas de
crema y las frutas frescas de la sierra.
Comer en Algeciras es celebrar lo sen-
cillo, lo auténtico, lo que pasa del fogón
al alma sin artificio.
Un destino con alma
Algeciras no es una postal, es una
experiencia. Su luz, su mezcla, su
memoria, sus playas que abrazan,
sus calles que narran, su gente
que canta. Este verano, la ciudad
se redescubre a través del legado
de Paco de Lucía, pero también en
cada baño en Getares, en cada tapa
en el Rinconcillo, en cada noche es-
trellada sobre el Estrecho.
Más que un destino, es una invi-
tación. A sentir. A recordar. A que-
darse un poco más.
Descubre
ALGECIRAS
ESCAPADAS
Al caer la
tarde, entre el
olor a brasa y
un cante que
se escapa
del parque,
Algeciras
recuerda por
qué es única
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