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 RESTAURANTE COSTIÑA
Lubina asada
Costiña ha evolucionado hacia una experien- cia culinaria original, sabrosa, convincente, evolutiva en sabores y texturas: de la suavi- dad de los aperitivos a la rotundidad de las carnes y la sutilidad de los postres. Todo con un ojo en el futuro y sin perder de vista los orí- genes. En eso siguen siendo un referente de la hospitalidad: al cliente se le trata siempre con cariño y afabilidad, como si uno se sentase en la mesa particular de esta familia. De he- cho, son solo siete las mesas del restauran- te, lo que garantiza una atención absoluta- mente personalizada.
Qué espera a los
comensales
El menú degustación, Garatuxa, comienza en la parte baja del edificio, donde están los dife- rentes espacios de recepción de productos y la ingente bodega de vinos. Luego se sube al comedor, por cuyas mesas desfila cada pla- to con su propio trasfondo, su propia historia, fundamentada y narrada como lo que es: sa- biduría pura a través del sabor que aportan los mejores productos de esta tierra y del cer- canísimo Océano Atlántico.
Y el colofón es la sobremesa, unas de las más llamativas señas identitarias de la casa. Allí, en los siete espacios creados en torno a la chimenea y la espectacular barra con más de 1.200 destilados y licores (algunas botellas adquiridas a precios de muchos ceros) tiene lugar el ritual del café y se degustan las últi- mas delicias del menú, en forma de delicadas mignardises. Un entorno de relajación e inti- midad que favorece largas conversaciones, incluso de horas.
Los nuevos tiempos
Desde luego a Costiña hay que venir con tiempo, o mejor dicho: la excusa del viaje debería ser Costiña. Al fin y al cabo, ¿qué mejor receta para la vida que aprender via- jando y disfrutar de nuevas experiencias, so- bre todo gastronómicas?
Todo esto lo entiende a la perfección Ma- nuel, tercera generación de Costiña, chef y cara visible del negocio y tan amante de los buenos places como sus clientes habituales. Con él se han abierto nuevos horizontes en la casa, a veces de una forma casi casual aunque lógica, como sus rocas de chocolate surtidas, que nacieron “por hacer algo” duran- te los tiempos de la pandemia y que hoy son un referente de la alta confitería en forma de regalo navideño.
 Macarrón de foie y anguila
 Vista de la sala
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