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Langen Foundation en Neuss en Alemania
Lo que más me impresiona de Ando no es la mo-
numentalidad —porque no la busca—, sino su
manera de hacer visible lo invisible. El vacío no
es ausencia, sino un espacio lleno de intención.
Sus construcciones no gritan; susurran. Rehúye
el adorno y confía en la belleza de la materia.
El legado del silencio
De regreso a Osaka, visito su estudio, una pe-
queña oficina donde el hormigón y los libros
conviven en orden riguroso. No hay ostentación,
solo planos, maquetas y silencio. Detrás de cada
muro, de cada junta perfecta, hay una precisión
casi artesanal, una disciplina casi espiritual.
Comprendo entonces que visitar la obra de Ando
no es recorrer edificios, sino atravesar un modo
de pensar. Cada obra es un diálogo entre lo
construido y lo natural, entre el cuerpo y el alma.
En sus templos, museos o casas privadas, uno
siente la misma sensación: la arquitectura como
refugio de la conciencia, un lugar donde el tiem-
po se detiene.
Japón, bajo su mirada, no es solo un país: es
una composición de luz, silencio y hormigón. Y
cuando el tren me devuelve a Tokio, mientras el
paisaje se difumina tras la ventana, entiendo que
la verdadera arquitectura no está en lo que se
ve, sino en lo que permanece después.
DISEÑO Y ARQUITECTURA
Interior del estudio de arquitectura de Tadao Ando
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